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15.06.2020 | Newsline Report | Columnistas

Populismo regulatorio

En esta nueva era de hipersensibilidades, corrección política y polarización hemos visto una oleada de populismo regulatorio que inició en España en 2013 y acaba de aterrizar con fuerza en la república mexicana.

Este populismo regulatorio tiene como slogan de venta el costo de las autoridades regulatorias y su presumiblemente falta de resultados a favor del “pueblo bueno”, alejados del espíritu de la república. Todo esto una venta emocional, populista y una gran trampa para la captura de las instituciones.

Es cierto, todos los organismos son perfectibles y tienen áreas de mejora. Sin embargo, la propuesta mexicana es una gran trampa que pone las instituciones que ya están funcionando a la merced de los grandes operadores y que al parecer han caído en esta trampa los partidos de oposición mexicanos. Me explico:

Nuestro regulador en telecomunicaciones y radiodifusión viene de una larga y difícil evolución, naciendo como apéndice de una subsecretaría de comunicaciones, conocida como la subsecretaría del maletín y la antesala. Es que para lograr obtener cualquier título de concesión o permiso había que hacer una gran antesala (de días) y llevar un maletín (de dinero), de lo contrario no se obtenía ningún avance. A efecto de eliminar este pernicioso sistema que dependía en gran medida de la venia del ejecutivo, se integró un órgano técnico altamente especializado que debía fundar todas y cada una de sus acciones en 3 preceptos: Lo técnico, lo económico y lo legal. Así nació COFETEL.

Acto seguido y después de múltiples batallas legales, algunas perdidas y otras ganadas este organismo se volvió incomodo al Estado y a la siempre presente “mafia del poder”, que no es más que el capitalismo de cuates, razón por la cual fue asediado una y otra vez con reformas legales muy parecidas a las que hoy quiere presentar y que en el fondo únicamente terminaron en el cambio de sus comisionados para poner afines. Cosa curiosa, muchos de los que ahora atacan al IFETEL (Instituto Federal de Telecomunicaciones) fueron removidos de la misma forma.

Sin embargo se lograron grandes avances como la competencia en telefonía de larga distancia y local, la competencia en acceso a internet y en televisión por cable. En ese momento todos éstos otorgamientos de concesiones y permisos tenía mano la Subsecretaría de Telecomunicaciones y en algún momento generó un mercado negro de concesiones y permisos que inhibieron la competencia pero hicieron ganar mucho dinero a algunos que ahora son los mismos que se quejan de IFETEL.

Cuando las condiciones fueron las correctas y ante una necesidad de legitimidad del gobierno de Enrique Peña Nieto, se propuso “independizar” a COFETEL y volverlo organismo regulador y de competencia de las telecomunicaciones autónomo. Al paso de los años y salvo algunos temas que el que escribe no estuvo de acuerdo (formato de examen, conformación del área de competencia y suspensión en el amparo y excesivo poder del comisionado presidente) nació el instituto, no sin sus problemas. Se creó algo mucho mejor, más transparente y efectivo, pero sobre todo con capacidad de evolucionar. Este organismo aún y con sus áreas de mejora, nos han dado la materialización de la eliminación de la larga distancia nacional, la materialización de nuevas cadenas de televisión y radio, la transparencia en el otorgamiento de concesiones y permisos comerciales, las concesiones sociales y una supervisión más efectiva del cumplimiento de obligaciones, dándole así una dinámica al sector que ha aumentado la competencia y ha reducido los costos de los servicios. Y, si de dinero hablamos, produce 14 veces lo de su presupuesto.

Sin embargo, hoy las almas viejas de las telecomunicaciones nos quieren llevar de nueva cuenta a la cercanía con el poder, al maletín y la antesala, a la dirección del gran tlatonani saltándonos los fundamentos de la especialidad. Créame, el objetivo de la reforma constitucional no es reformar, si no negociar la captura del organismo por intereses políticos. No caigamos en la trampa. Si la gente capacitada cuesta, no tenerla cuesta mucho más. Veamos lo que sucedió con CRE (Comisión Reguladora de Energía) al bajarle el nivel.

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