La edición 2025 del Guanajuato International Film Festival (GIFF) reunió nuevamente a voces clave de la industria cinematográfica nacional, entre ellas la de Carlos Hernández, socio fundador de Mandarina Cine, quien desde hace años participa activamente en este encuentro que, según afirma, ha sido clave en su desarrollo profesional como cineasta.
“Soy una de esas personas que encontró en Expresión en Corto —y ahora en el GIFF— una motivación para desarrollar su carrera. Es un espacio que siempre me ha impulsado a volver con nuevas historias”, compartió el productor, que en esta edición forma parte del programa Incubadora, enfocado en el acompañamiento a proyectos en desarrollo.
Hernández destaca el valor de estos espacios como entornos de intercambio creativo más que de corrección. “No vengo a enseñar nada ni a imponer ideas. Me interesa dialogar con los realizadores, contribuir desde mi experiencia y respetar la visión que ya están construyendo”, puntualizó.
Desde su perspectiva, uno de los cambios más notables en la última década ha sido la evolución temática de los proyectos en desarrollo. “Veo un regreso a historias más íntimas y familiares, con un foco en el mundo interior. Eso no significa que lo social o político desaparezca, pero hay una necesidad de mirar hacia adentro”, explicó.
Otro aspecto clave es la diversidad regional que comienza a reflejarse en las propuestas: “Ya no solo vienen cineastas de Ciudad de México o Guadalajara. Hay proyectos de todo el país, y eso enriquece enormemente la cinematografía nacional”.
En este contexto, Hernández rescató el caso de Corina, película que produjo y que se presentó en el GIFF el año pasado. “Es una feel-good movie dirigida por Úrsula, una realizadora de Guadalajara. Representa ese cine mexicano que no siempre se ve: historias frescas, originales, con gran conexión emocional. Hay un espectro muy amplio entre el cine comercial y el cine de autor radical, y ahí también hay obras valiosas”.
A punto de cumplir 10 años como casa productora, Mandarina Cine ha consolidado una trayectoria reconocida internacionalmente. Su ópera prima El Diablo Fuma obtuvo el premio a Mejor Dirección en la Berlinale, mientras que El Imperio de los Conejos —una coproducción con Turquía— fue galardonada por su fotografía en el Festival de Tallinn, Estonia.
En esta edición del GIFF, presentan Sugar Island, dirigida por una cineasta afrodescendiente de República Dominicana, que se estrenará en México a finales de 2025. Además, tienen en posproducción dos largometrajes que verán la luz el próximo año.
Hernández subraya que, si bien hay creatividad y talento en el país, la industria enfrenta desafíos estructurales importantes. “La pandemia golpeó fuerte. Aún no logramos recuperar la asistencia a salas, y eso es crucial. Necesitamos políticas públicas que incentiven el consumo de cine mexicano”, afirmó.
A su juicio, no basta con reforzar los fondos federales. Es necesario fomentar la coproducción internacional y que los estados desarrollen sus propios programas de apoyo. “El caso de Jalisco es ejemplar: sus incentivos han atraído producciones y han profesionalizado al sector local. No podemos depender solo de la federación”.
Sobre el papel de las plataformas, Hernández reconoce su relevancia, pero advierte sobre el riesgo de convertirlas en el único canal para hacer cine. “Tardan en confiar en nuevas voces, especialmente las que vienen de contextos distintos. Por eso necesitamos políticas que acompañen ese tipo de cine y que ayuden a construir audiencias”.
Finalmente, enfatizó la importancia de proteger la experiencia colectiva del cine. “Las plataformas son un complemento, pero la sala oscura es insustituible. Defenderla es también defender el arte y la conexión humana que solo el cine en pantalla grande puede ofrecer”.
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