Ambos diseñadores subrayaron que el desafío no era únicamente construir escenarios, sino dar vida a Macondo como un organismo en constante transformación, fiel al espíritu del realismo mágico de Gabriel García Márquez.
Caballero explicó que la propuesta creativa se articuló en cuatro etapas de evolución del pueblo: desde un Macondo primitivo marcado por la naturaleza y el río, pasando por su crecimiento como poblado, hasta convertirse en una ciudad compleja y diversa.
La escala debía responder a dos exigencias: escenarios amplios para los 16 capítulos y, al mismo tiempo, espacios únicos y detallados capaces de reflejar el paso del tiempo:
“Trabajamos un año en el diseño, definiendo cada centímetro y calculando cuánto costaría levantar Macondo. Netflix dio la amplitud para un proyecto de esta escala, pero la planeación exacta fue lo que lo hizo posible”, puntualizó.
Enríquez complementó destacando que la planeación financiera fue tan decisiva como la creatividad. La serie, pensada en dos partes que recorren un siglo de historia, requería anticipar transformaciones arquitectónicas y materiales que acompañaran la narrativa.
“El presupuesto fue un ejercicio clave: nos permitió definir en qué invertir, qué reservar para el crecimiento del pueblo y cómo garantizar que Macondo cambiara con la narración. Ese rigor en la previsión económica sostuvo la ambición de contar la saga de los Buendía en una escala monumental”, señaló la directora de arte.
Más allá de la espectacularidad, “Cien años de soledad” marca un hito de producción regional, y plantea un estándar sobre la capacidad de las plataformas de streaming para asumir riesgos narrativos y técnicos.
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